La operación abre nuevas posibilidades para revitalizar WearOS
Un reloj de pulsera es uno de esos 'wearables' de los que tanto se habla ahora, igual que un audífono para escuchar mejor. Los dos son objetos de uso cotidiano que incluyen tecnología, pero en los últimos cinco años hay una nueva generación de wearables, también llamados 'vestibles' o 'ponibles'. Utilizan un microprocesador y sensores para captar distinta información y transmitirla al teléfono móvil, de forma que una app la procese y proporcione al usuario información sobre su salud o su estado físico.
La idea de ropa o complementos que tengan una función adicional lleva rondando décadas, pero es en el último lustro, con las pulseras de actividad y los relojes inteligentes, cuando se ha extendido su uso, y las grandes empresas tecnológicas han estado intentado tener la mejor posición. Google ha sido la última en dar un paso adelante con la compra de Fitbit, una de las empresas más veteranas en la fabricación de wearables. El 1 de noviembre se hizo pública la compra por un valor de 2.100 millones de dólares (1.900 millones de euros) que se pagarán en efectivo.
Una de las primeras empresas en fabricar smartwatches
Pulsera de monitorización Fitbit Flex
Fitbit fue una de las primeras empresas en comercializar wearables. Nació en 2007 en San Francisco (EE.UU.) y el primer producto que comercializó fue el FitBit Tracker, un medidor de actividad. En 2014 lanzó al mercado su primer reloj inteligente, Fitbit Surge, con GPS, monitor de frecuencia cardíaca y capacidad para rastrear la posición de quien lo llevaba. Pero tras el empuje inicial la empresa se fue quedando por detrás de Apple y Samsung, ya que avanzaron más rápido en tecnología y aplicaciones disponibles. Hace tres años, tal vez en un intento de recuperar la delantera, Fitbit compró Pebble, la empresa que comercializó el primer smartwatch exitoso.
Google lanzó ya en 2014 Android Wear, un sistema operativo para relojes y pulseras inteligentes, aunque poco hizo por intentar crear un hardware que lo acompañase. El ahora llamado Wear OS no ha logrado despegar, pese a que Google ha seguido la misma estrategia que tan bien le funcionó en teléfonos móviles: proporcionar su software gratis a otros fabricantes. Por su parte, Apple dio un golpe de mano al presentar el primer Watch, que salió a la venta en abril de 2015 con un sistema operativo propio (watchOS).
Según los datos de Strategy Analytics hechos públicos hace unos días, entre julio y septiembre de 2019 se han vendido 14,2 millones de relojes inteligentes, un 42% más que el mismo periodo de 2018. El resto de ventas de julio a septiembre, 3,9 millones de dispositivos, corresponde al resto de fabricantes. Si hace cinco años en los smartwatches había mucho terreno libre, ahora este sector está creciendo y Apple lleva la delantera. El lanzamiento del primer Watch no fue un éxito instantáneo, pero poco a poco más gente se fue convenciendo de la utilidad de los relojes inteligentes y los de la manzana mordida se han consolidado en ese mercado: el 47,9% de los smartwatches que se compran son de Apple, mientras que el 13,4% son Samsung (bajo el sistema operativo Tyzen) y el 11,3% de Fitbit, un 7% más que el tercer trimestre del año pasado. Con todo, la presencia de esta última en el mercado ha descendido un 3,7% respecto al verano de 2018.
Intento de popularizar el sistema operativo WearOS
Las pulseras de actividad, que en 2018 sufrieron un parón importante, vuelven a estar en crecimiento y en el segundo trimestre de 2019 las ventas han crecido un 62% respecto al mismo periodo del año pasado. Es en esta situación de mercado creciente cuando Google ha decidido echar un órdago y comprar Fitbit. Ahora parece un momento adecuado para realizar este movimiento, con las 5G a la vuelta de la esquina, e intentar que el sistema operativo de Google para dispositivos vestibles se popularice entre los fabricantes. Google hizo público un comunicado en el que Rick Osterloh, vicepresidente de Google en Dispositivos y Servicios, explicaba que esta compra era una oportunidad «para invertir aún más en Wear OS e introducir en el mercado dispositivos vestibles Made by Google». Osterloh confiaba en que «al colaborar estrechamente con el equipo de expertos de Fitbit y unir a la mejora inteligencia artificial, software y hardware, podemos estimular la innovación en wearables y crear productos que beneficien a más gente en todo el mundo».
El vicepresidente de Google marca las líneas principales de acción para los productos que resulten de la unión de las dos empresas: «Google aspira a crear herramientas que ayuden a las personas a mejorar su conocimiento, éxito, salud y felicidad. Este objetivo coincide con la importancia que ha tenido siempre para Fitbit el hecho de ayudar a las personas a vivir más saludablemente, con vidas más activas» y señala que para conseguirlo unirán lo mejor de ambas empresas en relojes inteligentes y rastreadores de actividad física.
La estrategia de Google es muy decidida. En enero ya compró una parte del fabricante de relojes Fossil, uno de los que utilizaba Wear iOS, por 40 millones de dólares (36,3 mikllones de euros). En virtud de dicho acuerdo, Google se hacía con la tecnología de Fossil relacionada con los relojes inteligentes y el equipo de desarrollo de Fossil pasaba a trabajar en Google. Es una táctica similar a la que llevó a cabo la empresa de Mountain Dew al adquirir el equipo de investigación en teléfonos móviles de HTC, que desembocó en la creación de los Pixel.
Google no tiene fácil el ganar posiciones en un mercado de smartwatches en el que Apple tiene cubiertos todos los frentes, con unos servicios que siempre van por delante de sus competidores, un diseño elegante, gran variedad de precios y múltiples aplicaciones, pero la empresa de Mountain View se está haciendo con un equipo experto y consistente y puede dar alguna sorpresa los próximos años.